miércoles, 10 de octubre de 2018

ANCLA| Penetrando hasta dentro del velo, queda asegurada y firme


ANCLA| Penetrando hasta dentro del velo, queda asegurada y firme


Las anclas usadas por los antiguos se parecían algo en su forma a las modernas, como se puede ver en algunas monedas. Cuando Pablo se dirigía a Roma, se precisó de cuatro anclas para asegurar el barco (Hch. 27:29, 30, 40). El ancla se usa metafóricamente de la esperanza puesta ante el cristiano; con esta ancla para el alma, penetrando hasta dentro del velo, queda asegurada y firme. Es una gran exhortación para los cristianos en Hebreos a tener nuestra mirada dirigida al cielo; el ancla de nuestra esperanza se halla allí; no importa las tormentas que podamos afrontar; la consumación de nuestra esperanza, si ha sido depositada en Cristo, es segura (He. 6:19).

ANCIANO| El término de «anciano» denota la dignidad de su Función


ANCIANO| El término de «anciano» denota la dignidad de su Función



(a) Antiguo Testamento: 

En el Antiguo Testamento, magistrado, a la vez civil y religioso, que, hasta allí donde podemos saber, era nombrado en virtud de su derecho de edad, a la cabeza de una casa patriarcal, de una familia de la tribu, o de la misma tribu (1 R. 8:1-3; Jue. 8:14,16). Al tener la posición de jefe de una tribu o de las familias más grandes, el anciano tenía la autoridad de príncipe. Ordinariamente, sólo los hombres de edad madura accedían a estas funciones. 

Otros pueblos, como los madianitas y moabitas (Nm. 22:4, 7), organizados en tribus, tenían ancianos. 
Este título designa generalmente a altos funcionarios (Gn. 50:7) que: Gobernaban al pueblo (Dt. 27:1; Esd. 10:8); representaban a la nación en las transacciones que la concernían (Éx. 3:18; Jue. 11:5-11; 1 S. 8:4); cuando se tenía que honrar a un huésped (Éx. 18:12); celebrar una alianza (2 S. 5:3), o celebrar actos religiosos (Lv. 4:13-15; Jos. 7:6). 

Un cuerpo de 70 ancianos ayudaba a Moisés a gobernar a los israelitas (Nm. 11:16-24). Cada ciudad tenía sus ancianos, que eran probablemente los cabezas de las familias de la localidad, y que ejercían la autoridad civil y religiosa (Dt. 19:12; 21:2; Rt. 4:2-11; 1 S. 11:3; Esd. 10:14). Los ancianos seguían ejerciendo estas funciones en Judea durante la ocupación romana (Mt. 15:2; 21:23; 26:3, 47). (Véanse SINAGOGA y SANEDRÍN) 

(b) Nuevo Testamento: 

En el Nuevo Testamento los términos «anciano» y «epíscopos» (que significa supervisor u obispo) eran intercambiables (cp. Hch. 20:17, 28; Tit. 1:5, 7), pero no eran totalmente sinónimos. El término de «anciano» (presbítero) denota la dignidad de su función, en tanto que «episcope» denota aquellos deberes que ejercía. La distinción que establece dos categorías de ministerio (la de anciano y la de obispo) data del siglo II. En el año 44 d.C. encontramos ya ancianos en la iglesia en Jerusalén (Hch. 11:30). 

Durante su primer viaje misionero, Pablo nombró ancianos en cada iglesia (Hch. 14:23). De hecho, los ancianos en las iglesias de la gentilidad, hasta allí donde nos lo muestra el NT, fueron siempre nombrados por la irremplazable autoridad apostólica, ya ejercida personalmente, o bien delegada expresamente en unas personas determinadas (cp. 1 Ti. 3:1-15; Tit. 1:5). Las instrucciones para su establecimiento oficial nos vienen dadas en epístolas dirigidas a colaboradores apostólicos, en las llamadas Epístolas Pastorales. 

También cumplían sus funciones en las comunidades de cristianos de origen judío (Stg. 5:14; 1 P. 5:1). Es evidente que la dignidad de anciano en la iglesia cristiana se correspondía con la de anciano entre los judíos. Ambos cargos estaban revestidos de la misma autoridad. Los ancianos estaban asociados con los apóstoles en el gobierno de la Iglesia (Hch. 15:2, 4, 6, 22, 23; 16:4; cp. Hch. 21:18). 

Eran los obispos o supervisores de las iglesias locales (Hch. 20:17, 28; Tit. 1:5), y su función era ocuparse del estado espiritual de la congregación, ejerciendo la disciplina, enseñando (1 Ti. 3:5; 5:17; Tit. 1:9; Stg. 5:14; 1 P. 5:1-4; cp. He. 13:17). Había en la iglesia local varios obispos o supervisores (Fil. 1:1), llamados también ancianos (Hch. 11:30). No se hace alusión alguna a una distinción de funciones entre ellos. 

Dentro de la iglesia cristiana de los tiempos apostólicos, como en la sinagoga, la predicación no era una función esencial de los ancianos; no les estaba reservada de una manera exclusiva. Como pastores del rebaño, los ancianos debían instruir bien y ser aptos para enseñar (1 Ti. 3:2; Tit. 1:9). Pero toda persona que poseyera el don de profecía o de enseñanza tenía derecho a dar exhortaciones (1 Co. 12:28-30; 14:24, 31). 

En relación con esto es importante señalar la distinción entre «don» y «cargo». El primero proviene directamente del Señor; el segundo, por el ejercicio de la autoridad humana. El don no precisaba por ello de autoridad humana para ser ejercitado, y se ejercía en sujeción inmediata a la Cabeza. La autoridad de los ancianos, como cargos, derivaba de su establecimiento oficial por los apóstoles, y tenía su esfera en el seno de la asamblea local indivisa. Nada se dice en las Escrituras acerca de una sucesión. 

(c) Los ancianos en el cielo: 

Los veinticuatro ancianos vistos por Juan en el cielo son mencionados frecuentemente en Apocalipsis. Son vistos alrededor del trono, sentados en tronos, vestidos de blanco y con coronas de oro, adorando a Dios (Ap. 4:4, 10). En el AT, cuando todo estaba en orden había veinticuatro grupos sacerdotales, teniendo cada uno de estos grupos a un anciano como cabeza o jefe (1 Cr. 24:7-18); puede que el número veinticuatro para los ancianos en Apocalipsis sea una alusión a estas veinticuatro suertes de sacerdocio. 

Los ancianos en el cielo tienen arpas de oro llenas de perfume «que son las oraciones de los santos», evidenciando que actúan como sacerdotes (Ap. 5:8), celebrando la redención en un cántico (Ap. 5:9). Se trata indudablemente de la Iglesia vista ya en el cielo en su carácter de «real sacerdocio» (cp. 1 P. 2:9). (Véanse OBISPO y PASTOR) exc, ANCIANO DE DÍAS tip, TITU Un título de Dios utilizado por Daniel, aludiendo a Su eternidad. No puede ser separado de Cristo, porque en Dn. 7 el Señor recibe los dos nombres, el de Anciano de Días y de Hijo del hombre, y sin embargo el Hijo del hombre comparece ante el Anciano de Días para recibir el dominio, la gloria y el reino (Dn. 7:9, 13, 22). Es a la vez Dios y hombre (cp. Ap. 1 y Ap. 5).

AMOR| Solamente puede surgir de una relación viva con Dios.


AMOR| Solamente puede surgir de una relación viva con Dios.



Es un término en la Biblia que es traducción de varios otros. En hebreo, en el AT, tenemos los siguientes: 

(    a)    «ahabah», relacionado con el verbo «aheb». Se usa: 

del amor de Jacob por Raquel (Gn. 29:20);
del amor de David hacia Jonatán (2 S.1:26);
del amor de Amnón hacia Tamar;
del amor hacia los semejantes, pagado con odio (Sal. 109:4, 5);
del amor del esposo hacia la esposa (Pr. 5:19);
del efecto del amor en las relaciones humanas (Pr. 10:12);
del amor de Jehová hacia Su pueblo (Jer. 31:3; Os. 3:1; Sof. 3:17);

 (2) «ohabim», de actos de amor (Pr. 8:18);

 (3) «dod», como el anterior (Pr. 7:18; Cnt. 1:2, 4; 4:10, etc.; Ez. 23:17).

En el NT se traduce «amor» un término griego, «agapë». La palabra «eros», que no se usa en el NT, conllevaba siempre la idea, en mayor o menor intensidad, de deseo y de avidez. Con «agapë» se designa el amor de origen divino: del Padre al Hijo (Jn. 3:35, donde se usa el verbo relacionado, «agapaõ»), de Dios al mundo (Jn. 3:16, igual observación que en el caso anterior), o de Dios a los creyentes (Ro. 5:5), o el amor de Dios en nosotros, obrando hacia los demás (2 Co. 5:14), dándose en 1 Co. 13 el más completo conjunto de cualidades de este amor. 

Con el vocablo «philanthropia» se designa el amor dirigido al hombre (Tit. 3:4). Más exactamente se usa la forma verbal, designando la acción. A este respecto, es digno resaltar que la primera mención de amor en la Biblia es el amor de padre a hijo (Gn. 22:2), de Abraham a Isaac; la segunda mención es el amor del esposo hacia la esposa (Gn. 24:67), de Isaac a Rebeca. Estos dos amores son dos hermosos tipos del amor: (a) del Padre hacia el Hijo (Jn. 3:35), y (b) del Hijo hacia Su Iglesia (Ef. 5:25). 

Una afirmación fundamental en las Escrituras es que Dios es amor. No se trata meramente de uno de Sus atributos, sino que la misma esencia de Su ser es amor. De ahí que el pecado tenga como consecuencia división, separación, alienación. De ahí también el énfasis en centrar el comportamiento humano en el amor a Dios y al prójimo (Mt. 22:34-40; Mr. 12:28-33). Este amor, para ser genuino, tiene que estar fundamentado ante todo en una relación genuina con Dios, y tiene que provenir del mismo Dios; las imitaciones no son válidas (1 Co. 13:3). Solamente puede surgir de una relación viva con Dios ya conocido por medio de Jesucristo (Ef. 3:14-21 con Ef. 5:1-2). Todo lo que no surja de una relación vital con Dios no es el amor «agapë» descrito en 1 Co. 13, sino el efecto meramente natural.

AMIGO | El amor recíproco y desinteresado.


AMIGO | El amor recíproco y desinteresado. 



El amor recíproco y desinteresado es una de las características de la amistad que en la Biblia se nos describe en algunas páginas verdaderamente inmortales, pero que, dado el carácter sobrenatural que inspira muchas de las amistades de la Escritura, no pueden ser entendidas solamente en su vertiente psicológica (1 S. 18 ss). 

Entre los paganos, al amigo se le amaba como a la «mitad de mi alma», en decir de Horacio («animae dimidium meae»); pero «el alma de Jonatán se apegó a la de David y le amó Jonatán como a sí mismo...; le amaba como a su alma, como a su propia vida» (1 S. 20:17).

 Por esta amistad tierna y conmovedora el joven David lo arriesga todo y salva la vida del amigo frente al propio padre, Saúl, que se siente postergado y celoso (1 S. 20:30). 

Esta amistad es sellada con un pacto y juramento de renovada ayuda (1 S. 20). El libro de los Proverbios y la literatura sapiencial dan consejos sobre la manera de conseguir, seleccionar y tratar a los amigos: elige al amigo entre muchos, ponle a prueba antes de confiarte a él, porque nada vale tanto como un buen amigo, que es «el otro tú»; ayúdale cuanto puedas y no lo traiciones nunca, porque la traición (bien sea el desamparo, la murmuración o la revelación de secretos) no es compatible con la verdadera amistad. Viejo amigo, vino añejo, gozo y gracia que Dios concede a quienes le aman: «Feliz quien encuentra un amigo de verdad.» La amistad entre los hombres y Dios es posible por medio de Jesucristo (Pr. 13:20; Jn. 3:16; 11:3, 11; Mt. 11:19; Lc. 12:4).

AMÉN| Término que indica una intensa afirmación o acuerdo.


AMÉN| Término que indica una intensa afirmación o acuerdo.



(Heb, «amen»). Término que indica una intensa afirmación o acuerdo. La primera mención de ella en las Escrituras es en el pasaje en el que la mujer de cuya fidelidad sospechaba el marido debía beber de las aguas amargas y dar su asentimiento a la maldición pronunciada sobre ella en caso de que fuera culpable, diciendo amén, amén (Nm. 5:22). 

También se usó como asentimiento por parte del pueblo, al pronunciarse las maldiciones desde el monte Ebal (Dt. 27:14-26). Cuando David declaró que Salomón debía ser su sucesor, Benaías dijo: «Amén. Así lo diga Jehová, Dios de mi señor el rey» (1 R. 1:36). Igualmente, cuando David trajo el arca, y cantó un salmo de acción de gracias, todo el pueblo dijo amén, y alabaron al Señor (1 Cr. 16:36; cp. también Neh. 5:13; 8:6). 

En un caso la exclamación no significa más que «ojalá». Hananías había profetizado falsamente que en el espacio de dos años completos todos los vasos de la casa de Jehová serían devueltos de Babilonia; a esto Jeremías dijo: «Amén, así lo diga Jehová.» Aunque sabía que se trataba de una falsa profecía, bien podía desear que pudiera ser así (Jer. 28:6, y ver el resto del pasaje). Se añade amén al final de los primeros cuatro libros de los Salmos (Sal. 41:13; 72:19; 89:52; 106:48). En estos casos no se trata de un aceptar lo que se ha dicho, sino que el escritor añade amén al final, significando «sea esto así», y se repite tres veces. Se traduce como «amén» siempre en el AT, excepto por dos ocasiones en Is. 65:16, donde se traduce «de verdad». 

Hay una palabra hebrea relacionada, que significa «creer», y que se usa en relación con Abraham (Gn. 15:6). En el NT se añade frecuentemente a la adscripción de alabanza y de bendiciones (p. ej., He. 13:21, 25). Como respuesta se usa también en diversos pasajes (p. ej., 1 Co. 14:16; Ap. 5:14; 7:12; 22:20). Hay otra manera en la que se usa la palabra: «Porque todas las promesas de Dios son en él sí (esto es, la confirmación), y en él amén (la verificación), por medio de nosotros, para la gloria de Dios» (2 Co. 1:20); también «He aquí el amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios» (Ap. 3:14). 

Así como hay respuestas en el cielo, como se ve en algunos de los pasajes anteriormente citados, así también debiera haber respuestas en la tierra en las congregaciones de los santos, no limitándose a una mera audición de la alabanza y de las oraciones. Es la palabra que usa constantemente el Señor para introducir Sus declaraciones, y que se traduce «de cierto» (p. ej., Jn. 6:26).