lunes, 24 de diciembre de 2018

ABED-NEGO | Nombre babilónico de Azarías.


ABED-NEGO | Nombre babilónico de Azarías.

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Compañero de Daniel en Babilonia (Dn. 1:7). Juntamente con Mesac y Sadrac, fue nombrado como esclavo para servir al rey Nabucodonosor (Dn. 2:49). Cuando los tres jóvenes creyentes israelitas rehusaron adorar la estatua de oro que el rey había mandado levantar, se les condenó a morir en un horno de fuego (Dn. 3:13-22). Dios intervino para salvarlos (Dn. 3:24-26), y sus cargos oficiales les fueron restituidos (Dt. 3:30).

La fe de estos tres jóvenes ha servido de ejemplo a través de las edades tanto para los judíos en el Antiguo Testamento como para los cristianos, por saber resistir a quienes invitan a adorar ídolos o dioses falsos, o a dar más respeto a los hombres que a Dios (He. 11:33-34).

ABDÍAS (Libro) | El cuarto de los profetas menores.


ABDÍAS (Libro) | El cuarto de los profetas menores. 

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Anunció la destrucción de Edom, nación que fue hostil a Israel desde épocas inmemoriales. El libro no menciona fechas, pero probablemente fue escrito en la última parte del siglo VIII a.C., durante el reinado de Acaz de Judá, cuando Edom y los filisteos se unieron en batalla contra Judá. La conclusión escatológica se compone de dos partes (poesía en los vv. 15 a-16 s; prosa en los vv. 18-21). 

Llama la atención la identidad que se advierte entre varios versículos de Jer. 49:7-22 (también profecía contra Edom) y Abd. 10 (cfr. especialmente Abd. 5 comparado con Jer. 49:1416:9; y Abd. 5 con Jl. 2:32). El libro, que consta de un solo capítulo, está dirigido contra Edom, ciudad enemiga de Jerusalén, por haberse aliado con otros para conspirar contra la ciudad de Dios. Anuncia la venida del día de Jehová, quien triunfará de todos sus enemigos y establecerá su Reino sobre la tierra. 

En el libro hay una nota de esperanza, que lo coloca en el rango de lo escatológico. Israel será restaurado entre las naciones.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

SALOMÓN | El Pacifico


SALOMÓN| El Pacifico



Hijo de David con Betsabé (2 S. 12:24; 1 Cr. 3:5; Ant. 7:14, 2); nacido en Jerusalén. David, advertido que bajo su sucesor habría un reinado de paz, le dio el nombre de Salomón, «pacífico» (1 Cr. 22:9). El profeta Natán le dio el nombre de Jedidías, «amado de Jehová» (2 S. 12:25). Cuando David envejeció y se debilitó, Adonías, uno de sus hijos nacidos en Hebrón, y probablemente el mayor después de la muerte de Amón y de Absalón, intentó usurpar el trono.

El profeta Natán, ayudado por el sumo sacerdote Sadoc y por Benaía, el jefe de la guardia, y con el apoyo de la guardia personal de David, desarticularon esta conspiración, y Salomón fue proclamado rey (1 R. 1:5-40), poco después de lo cual murió David. Salomón inició su reinado alrededor del año 970 a. C. Tendría entonces unos 20 años. Obedeciendo las últimas recomendaciones de su padre, depuso a Abiatar del sumo sacerdocio, e hizo ejecutar a Simei por desobedecer la orden de permanecer en Jerusalén. Ante una nueva pretensión de Adonías, Salomón lo hizo ejecutar, lo mismo que a Joab, también implicado en este asunto (1 R. 2:1-46).

Salomón contrajo matrimonio con la hija del rey de Egipto, y la llevó a Jerusalén (1 R. 3:1). Después que el Señor hubiera abandonado Silo, el culto no había sido restaurado. El Tabernáculo se hallaba en Gabaón, y el arca del pacto en Jerusalén. Menospreciando la orden de la Ley, el pueblo había erigido altares en los lugares altos. Salomón acudió a Gabaón para ofrecer sacrificios. Aquella noche, el Señor se le apareció en sueños y le preguntó qué era lo que él deseaba. Salomón imploró la gracia de la sabiduría y de la inteligencia, a fin de poder administrar justicia. En aquella época la administración de la justicia incumbía al rey. Dios dio respuesta a esta oración. Poco después, Salomón emitió un juicio que se ha hecho célebre porque con ello descubrió quién era la verdadera madre de un recién nacido reclamado vehementemente por dos mujeres como propio (1 R. 3:2-28; 2 Cr. 1:3-12).

Unos veinte años después, durante una nueva aparición, Dios prometió a Salomón, de forma condicional, conservar el trono para su dinastía, y le hizo solemnes advertencias (1 R. 9:1-10; 2 Cr. 7:12-22). David había sometido a las naciones vecinas. Según los textos, Salomón sólo emprendió una campaña bélica, contra Hamat. La posesión de esta ciudad le permitió mantener la paz en el noreste de sus estados. Hadad, príncipe edomita, y Rezón, de Damasco, se opusieron a Salomón. Éste fortificó la ciudad de Hazor, sobre el alto Jordán, y edificó una fortaleza en el Líbano para pacificar a Damasco; también logró mantener seguro el camino que llevaba a Ezión-geber atravesando Edom. El rey Salomón mantuvo relaciones amistosas con numerosos soberanos; organizó su reino, y protegió las artes. David había amasado una gran cantidad de materiales con vistas a la construcción del Templo.

Salomón construyó el edificio en siete años. Hiram, rey de Tiro, le consiguió materiales y artesanos (1 R. 5:6). Salomón llevó a cabo una solemne dedicación del Templo (1 R. 7:13-8:66; 2 Cr. 2-7). Después se hizo edificar un palacio, cuya construcción duró trece años (1 R. 7:1-12). Fortificó numerosas ciudades y construyó otras en diversos puntos del país (1 R. 9:17-19; 2 Cr. 8:4-6). Salomón administró sus estados con mucha sabiduría. Se rodeó de funcionarios competentes, con el nieto del sumo sacerdote como jefe de ellos (1 R. 4:2-6). Mantuvo un ejército poderoso; dividió el reino en doce distritos. Independientemente de los antiguos límites de las tribus, lo que facilitó su administración (1 R. 4:7-19).

El soberano se cuidó asimismo del mantenimiento del culto a Jehová, pronunciando la oración de dedicación del Templo e invocando la bendición divina sobre el pueblo. La expansión comercial enriqueció al reino (1 R. 10:14-29; 2 Cr. 9:13-27). Venían mercancías de Ofir y de la India, de donde las traían los siervos de Salomón (1 R. 10:22, 23; 2 Cr. 9:10-22). El rey hizo construir ciudades de almacenamiento, entre otras Palmira, en el desierto, a mitad de camino entre Damasco y el Éufrates. Salomón se interesó por las letras y por las ciencias, y «disertó sobre los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en la pared. Asimismo disertó sobre los animales, sobre las aves, sobre los reptiles y sobre los peces» (1 R. 4:33). Además, recogió y compuso numerosos proverbios.

Los Sal. 72 y 127 le son atribuidos en el encabezamiento. La magnificencia de su corte, de su mesa, del lujo del que se rodeaba en sus desplazamientos, se correspondía con sus ingresos e importancia política (1 R. 10:4, 5, 21). Acudían muchos de lejos para oír sus dichos llenos de sabiduría (1 R. 4:34; 10:23-25). La misma reina de Sabá acudió a Jerusalén para plantear al rey difíciles cuestiones (1 R. 10:1-13). Pero Salomón no fue obediente a las instrucciones divinas. Tuvo un harén de algo más de mil mujeres. Muchas de ellas eran princesas, entregadas al rey de Israel como prendas de pactos políticos.

Salomón se dejó persuadir por estas extranjeras idólatras para erigir santuarios a sus dioses (1 R. 11:1-8). El Señor castigó la apostasía del soberano no dejando a su dinastía más que una pequeña fracción del reino (1 R. 11:9-13). El profeta Ahías, de Silo, anunció a Jeroboam, funcionario de Salomón, que Dios le daría diez tribus (1 R. 11:28-29), pero no las obtendría antes de la accesión de Roboam. Salomón pecó también por su lujo y ostentación, que costeó imponiendo pesadas cargas fiscales sobre sus súbditos. Estas exacciones quebrantaron la confianza de los israelitas en su rey y vinieron a ser posteriormente causa de rebeliones.

Salomón reinó 40 años, muriendo alrededor del año 931 a.C. Los acontecimientos de este periodo fueron consignados en las siguientes obras: Libro de los hechos de Salomón, Libro del profeta Natán, Profecía de Ahías silonita y  Profecía del vidente Iddo (1 R. 11:41-43; 2 Cr. 9:29-31)   Arqueología Los descubrimientos arqueológicos muestran una estrecha concordancia y arrojan buena luz sobre una multitud de detalles referentes a los textos bíblicos acerca de Salomón, en tanto que las teorías meramente especulativas del pasado, sin ninguna base en evidencias independientes, sino basadas en una serie de «a prioris» de «evolución histórica», tenían una fuerte tendencia a restar crédito a la descripción del poder y de la gloria de este rey que aparecen en 1 R. 3 a 11 (cfr. además Mt. 6:29; 12:42; Lc. 11:31).

Entre otros aspectos tocados por los descubrimientos arqueológicos se pueden considerar: (a) El reino de Salomón. Frente a las posturas que afirmaban que los reinos de David y Salomón se limitaban estrictamente a Palestina, debido a que no hubiera podido existir un reino con las extensas fronteras que se le afirman ante los poderes mundiales de Egipto, Asiria y Babilonia, se puede constatar que estos imperios no ejercían poder en aquella época.

(A) Egipto se había sacudido hacía poco del dominio de los hicsos, y se estaba recuperando. Asiria estuvo carente de un caudillaje capaz entre Tiglat-pileser I (muerto alrededor del año 1076 a.C.) y la accesión de Assurbanipal II (alrededor del año 880 a.C.). Babilonia vegetaba entonces, y el imperio hitita había sido aplastado por Asiria en el año 1110 a.C., habiendo quedado sólo algunas ciudades libres.

(b) La gran prosperidad de Salomón había sido también puesta en tela de juicio. Sin embargo, se reconoce en la actualidad que en la época de Salomón se daban todas las condiciones comerciales y políticas necesarias para ello. Se ha podido constatar por medios arqueológicos que en la época de Salomón había un intenso tráfico de caravanas entre el sur de Arabia y Mesopotamia. De esta manera, Salomón, que dominaba el estratégico enlace palestinense, y sin ningún poder que le pudiera disputar el dominio, pudo ejercer un monopolio sobre las caravanas que circulaban por esta vía de comunicación.

Con el control de las rutas que canalizaban el comercio entre los diversos puntos del mundo antiguo, el soberano israelita no podía dejar de tener abundantes ingresos en base a los impuestos sobre «los mercaderes, y lo de la contratación de las especias, y lo de todos los reyes de Arabia, y de los principales de la tierra», con la gran cantidad de productos que atravesaban sus territorios (1 R. 10:15).

(c) Las minas de cobre descubrieron el puerto de Ezión-geber y una gran fundición de cobre. Nelson Glueck afirma de ello que Salomón fue «el primero en hacer de la industria minera del Wadi Arabah una empresa verdaderamente nacional» («The Other Side of the Jordan», 1951, p. 98).

(d) Las fortificaciones, los caballos y los carros. Además de mantener un activo intercambio comercial con las naciones vecinas (1 R. 10:28-29), Salomón invirtió grandes recursos en el mantenimiento de un ejército poderoso (1 R. 4:26). Ciudades militares importantes fueron Hazor, Meguido y Gezer, que estaban provistas de las necesarias instalaciones logísticas para resistir y detener potentes ataques, así como para almacenar provisiones y acantonar tropas de caballería.

(e) La visita de la reina de Sabá (1 R. 10:1-13) ha sido considerada por algunos críticos como una mera ficción. Se mantiene que no existe ninguna prueba de la existencia personal de la reina.

No obstante, Velikovsky («Ages in Chaos», Doubleday, 1952) demuestra, sin dejar lugar a ninguna duda: (A) que la ausencia de identificación se debe a un desfase en la cronología convencional de Egipto de 600 años, debido a unas identificaciones erróneas en el inicio de la egiptología; (B) señala Velikovsky que Josefo (Ant. 8:6, 5) afirma que esta mujer era «reina de Egipto y Etiopía»; (C) en base a la cronología revisada, llevando a una estrecha correspondencia los relatos de los monumentos y la Biblia, la reina Hatsepsut fue contemporánea de Salomón; (D) Hatsepsut afirma en sus crónicas que visitó la tierra «de Punt»; (E) Punt se hallaba, según las inscripciones egipcias, al este de Egipto, y allí había un río que corría hacia el sur (evidentemente el Jordán); además, «Punt» recibe también el nombre de «tierra de Dios».

Éstas y muchas otras razones, basadas en el estudio de los hallazgos arqueológicos de Egipto referentes a la reina Hatsepsut y a su viaje a la tierra de Punt, y una cuidada consideración de la estructura cronológica de la historia de Egipto, llevan a la identificación de «la reina de Sabá» con «la reina de Egipto y Etiopía» mencionada por Josefo, no otra que la célebre Hatsepsut. En la ya citada obra de Velikovsky se da una copiosa documentación y un tratamiento exhaustivo de todo este tema.


CASTIGO ETERNO| La Pena de la Eterna Perdición.


CASTIGO ETERNO| La Pena de la Eterna Perdición.


Esta expresión designa la suerte reservada a los no arrepentidos en el mundo venidero (Mt. 25:46). Un término más usado es «infierno» (del lat.: «inferior»); este término aparece en la versión Reina-Valera como traducción de «gehena». Infierno está inspirado en Ef. 4:9 (Cristo descendió a las partes más bajas de la tierra, esto es, la morada de los muertos).

No tenía en principio el sentido que se le da comúnmente, y que lo restringe al lugar de tormento, sino que tenía un significado equivalente a «Seol».

(a) DESCRIPCIÓN.

¿Dónde hallamos una descripción bíblica del castigo eterno? Entre muchos otros se pueden citar:

La vergüenza y confusión perpetua (Dn. 12:2);

El fuego de la «gehena» (Mt. 18:9);

El fuego que no puede ser apagado (Mr. 9:43);

El horno de fuego (Mt. 13:41-42);

El lugar de lloro y del crujir de dientes (Mt. 22:13);

Las tinieblas de afuera (Mt. 8:12);

El castigo del fuego eterno (Jud. 7);

El lago de fuego (Ap. 20:15), etc.

De todas estas expresiones se ve que el castigo eterno es una horrenda realidad. Cierto es que se emplean imágenes: fuego, tinieblas, gusanos, llanto, crujir de dientes, etc. Las Escrituras nos hablan en un lenguaje humano para damos una idea del mundo venidero; pero la descripción que hallamos en ellas es totalmente distinta de las grotescas representaciones de la Edad Media.

La idea que domina a todos estos textos es que el castigo eterno consiste en la separación de Dios, con todas sus consecuencias: «Los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder.» Sin embargo, con respecto a las consecuencias de esta exclusión, se tiene que recordar que el castigo eterno caerá sobre la persona completa.

Los impíos sufrirán la pena del castigo eterno después de la resurrección de sus cuerpos, por lo que es erróneo insistir excesivamente en que las imágenes anteriores son meros símbolos. Y se tiene que recordar también que las imágenes, símbolos, etc., se usan para expresar una realidad más plena, no menos, que la que tienen los símbolos mismos. Es evidente que las penas del alma serán espirituales; pero no es menos cierto que los impíos resucitados recibirán un castigo que, adecuado a su medida de responsabilidad, recaerá sobre la plenitud de su ser (Mt. 10:28). ¿Qué es la gehena? Este término es la transcripción del término heb. «gé-Hinon», lugar maldito donde ciertos israelitas y sus reyes infieles habían quemado vivos a sus hijos e hijas en honor de Moloc (2 R. 23:10). Parece que en época de Cristo se quemaban allí las basuras de Jerusalén.

Jesús empleó el término de «gehena» para hablar del fuego del infierno, de la manera que las Escrituras usan en el mismo sentido los términos de horno, de tinieblas, de azufre.  

(b) SUFRIMIENTO.

El sufrimiento del infierno. Los textos bíblicos insisten mucho sobre la ignominia, el tormento, el llanto, el crujir de dientes, la tribulación, la angustia, el sufrimiento que sufren los réprobos (Dn. 12:2; Lc. 16:23-24; Mt. 13:42; Ro. 2:8-9; Jud. 7).

Y el apóstol Juan añade: «Y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche... y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (Ap. 14:10-11; 20:10). ¿Cómo se pueden imaginar tales sufrimientos, y especialmente cómo se pueden conciliar con la concepción de un Dios de amor? Señalemos en primer lugar que la perdición será provocada precisamente por el rechazo del amor de Dios; por otra parte el Señor no habrá de hacer nada para atormentar a los que no quisieron Su salvación, a excepción de alejarlos de Sí (Mt. 25:41). ¿Acaso no dijo una vez a los israelitas que, por su incredulidad, habían rehusado entrar en la Tierra Prometida: «Y conoceréis lo que es estar privados de mi presencia»? (Nm. 14:34, Keil-Delitzsch).  

(c) CUANTÍA.

El castigo será proporcional a la responsabilidad individual de cada cual. Dios no es injusto, y cada uno de los impíos será juzgado exactamente según sus obras (Ap. 20:12-13; Ec. 12:1, 16; Mt. 12:36; Ro. 2:16; Jud. 14-15). La responsabilidad de los culpables será evaluada según la luz recibida, y los que han pecado sin la ley, sin la ley perecerán (Ro. 2:12). Las ciudades que rechazaron las enseñanzas de Cristo serán juzgadas con mucha mayor severidad que Sodoma y Gomorra (Mt. 10:14-15; 11:20-24). Unos serán azotados con pocos azotes, otros con muchos azotes (Lc. 12:47-48); de la misma manera que en el cielo habrá recompensas proporcionadas a la obra de cada uno (1 Co. 3:8).  

(d) DURACIÓN.

La duración del infierno. La Biblia asigna al castigo de los impíos una duración eterna. En heb., como en gr., se emplean los mismos términos para designar la vida eterna y el tormento eterno (Dn. 12:2; Mt. 25:46). Se trata de un fuego que no se puede apagar, de un gusano que no muere (Mt. 3:12; Mr. 9:48). Ver también en otros pasajes el uso del término eterno, en gr. «aionios» (Mr. 3:29; 2 Ts. 1:9; He. 6:2; Jud. 6, 7, 13). Este término aparece 71 veces en el NT. Hay algunos que piensan que solamente significa «de gran duración, en relación con el siglo (aion) venidero».

Ahora bien, en 64 ocasiones eterno se aplica a las gloriosas realidades sin fin del otro mundo: Dios, el Espíritu, el Evangelio, la salvación, la redención, la herencia, la gloria, el reino, la vida eterna, etc. Y esta misma palabra se aplica 7 veces a la perdición. ¿No debe por ello significar asimismo una realidad sin fin? Hemos visto que en Apocalipsis se afirma que el tormento se prolonga «por los siglos de los siglos» (Ap. 14:11; 19:3; 20:10). Y también en el mismo libro este término califica 10 veces la duración de la existencia de Dios, de Su gloria, reino, y del reino de los elegidos en el cielo (Ap. 1:6, 18; 11:15; 22:5, etc.).

Ante tales declaraciones, quedamos profundamente afligidos. Además, no es posible dudar de la sabiduría, del amor, y de la justicia de Dios. Un día, en Su presencia, comprenderemos: «El juicio será vuelto a la justicia, y en pos de ella irán todos los rectos de corazón» (Sal. 94:15).  

(e) ANIQUILACIÓN.

¿No serán aniquilados los impíos en el mundo venidero? No es esto lo que muestran las Escrituras, por cuanto su tormento no tiene fin. Sin embargo, los partidarios del «condicionalismo» afirman que, como Dios, «es el único que tiene inmortalidad» (1 Ti. 6:16).

Él solamente la concede a aquellos que creen; a falta de lo cual dejarían de existir. Ahora bien, es cierto que sólo el Señor puede decir: «Yo soy la vida» y que conocerle a Él es la vida eterna (Jn. 14:6; 17:3); esta vida verdadera sólo es comunicada al creyente (Jn. 3:36; 1 Jn. 5:12).

Pero la Biblia enseña que la muerte espiritual, bien lejos de ser la ausencia de existencia, es la separación de Dios, y la privación de la única verdadera felicidad. Adán y Eva fueron excluidos del Edén después de su caída en base a Gn. 2:17; el hijo pródigo estaba «muerto» en su alejamiento de su Padre (Lc. 15:24 cp 1 Ti. 5:6); los efesios lo habían estado en sus delitos y pecados (Ef 2:1,5). En cuanto a la muerte segunda que sigue al Juicio Final no es la aniquilación sino el lago de fuego, lugar de tormento eterno (Ap. 20:10; 21:8; 14:10-11).  

(f) TODOS SALVOS.

¿No serán todos salvados un día? Los universalistas insisten en las palabras «todos» en los siguientes textos: «Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados... para que Dios sea todo en todos» (1 Co. 15:22, 28; cp. Fil. 2:10-11; Ro. 11:32; Col. 1:20). Dicen ellos que el triunfo de Cristo no sería completo si tan sólo una criatura escapara de Su amor; un día, prosiguen, todos los pecadores, y el mismo diablo, serán salvos, después de haber sido purificados por el fuego del infierno (Stróter).

Los textos bíblicos dicen algo muy distinto. Pablo dice: «En Cristo todos serán vivificados... los que son de Cristo en Su venida» (1 Co. 15:23). En Cristo es la palabra clave. Los que están en Cristo son los creyentes (Ro. 6:5-11, 23; 8:1; cp. Ef. 2:10; Col. 3:11). Es evidente que se está hablando de todos los creyentes. Toda rodilla se doblará un día ante el Señor; esto es, todos, incluyendo Sus enemigos, se le someterán. Por otra parte, si los sufrimientos de un fuego purificador salvara las almas de los que han rechazado el evangelio aquí y ahora, su redención no tendría lugar por la sangre de Cristo. Y frente a esto cp. Sal. 49:8.  

(g) PURGATORIO.

Doctrina católico romana del Purgatorio. El Purgatorio es una ficción del catolicismo romano. Todos los pasajes bíblicos que tratan del más allá no presentan más que dos destinos: el cielo y el infierno, el camino ancho de la perdición y la puerta estrecha de la vida (Mt. 7:13, 14), la cizaña arrojada al horno y el trigo metido en el granero celeste (Mt. 13:41-43, 49, 50), las vírgenes insensatas son dejadas afuera y las prudentes reciben entrada (Mt. 25:10, 11), el servidor infiel es echado a las tinieblas de fuera y el siervo fiel entra en el gozo de su señor (Mt. 13:21, 30), los malditos van al fuego al castigo eterno, los benditos a la vida eterna (Mt. 13:33-46), el rico malvado va a los tormentos sin poder de recibir ayuda alguna; y Lázaro va al seno de Abraham (Lc. 16:22-23); hay la resurrección para vergüenza y condenación eterna, otra para vida eterna (Dn. 12:2; Jn. 5:29); los impíos son arrojados al lago de fuego y de azufre, y los elegidos entran en la Jerusalén celestial (Ap. 21:1-4, 8).

Cristo murió diciendo: «¡Consumado es!» (Jn. 19:30). El hombre es justificado «gratuitamente por Su gracia. ... por la fe sin las obras» (Ro. 3:23, 28). No es, pues, el sufrimiento en un «purgatorio» lo que expía el pecado ya abolido por la cruz (He. 9:26; 10:10, 17-18), y de los que solamente la sangre de Cristo nos purifica enteramente (1 Jn. 1:7, 9).  

(h) CÓMO ESCAPAR.

Cómo escapar al infierno. Siendo que es tan horrendo el castigo en el mundo venidero, nuestro principal interés debiera ser evitarlo a todo precio. Este es también el deseo de Dios para nosotros, y la condición que ha puesto para ello es de lo más simple. Él ha dado a Su Hijo unigénito, a fin de que todo aquel que crea en Él no se pierda (Jn. 3:16). Todo el que oye Su palabra y cree... tiene la vida eterna y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida (Jn. 5:24). «El que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente» (Ap. 22:17). En suma, van al infierno los que así lo quieren, y van al cielo los que quieren.

Un día, Cristo lloró sobre Jerusalén diciendo: «¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!» (Mt. 23:37).
Que sea de manera que jamás nos haga a nosotros tal reproche.  

Bibliografía.

Anderson, Sir Robert: Human Destiny (Pickering and Inglis), Londres s/f;
Darby, J. N.: «On Everlasting Punishment», The Bible Treasury, Dic. 1868;
Lacueva, F.: Escatología II (Clie, Terrassa, 1983);
Pache,R.: L'Au-Delá (Éditions Emmaús, Suiza);
Pentecosts, J. D.: Eventos del Porvenir (Libertador, Maracaibo 1977).